domingo, marzo 19, 2023

50

Hoy cumplo 50.

Y voy a definirme en 50 palabras.

  1. Güera
  2. Precoz
  3. Habladora
  4. Curiosa
  5. Lectora
  6. Musical
  7. Atrevida
  8. Preguntona
  9. Inventora
  10. Enfocada
  11. Oral
  12. Inquieta
  13. Coqueta
  14. Paciente
  15. Amiga
  16. Constante
  17. Imprudente
  18. Desmemoriada
  19. Colores
  20. Boca
  21. Sedienta
  22. Gritona
  23. Romántica
  24. Consentidora
  25. Mandona
  26. Amorosa
  27. Carcajada
  28. Sensible
  29. Terca
  30. Mediadora
  31. Comelona
  32. Sencilla
  33. Adaptable
  34. Peleona
  35. Sarcástica
  36. Detective
  37. Sensual
  38. Arte
  39. Preocupada
  40. Activa
  41. Televisión
  42. Enamorada
  43. Llorona
  44. Mamá
  45. Escritora
  46. Besucona
  47. Maravillada
  48. Soñadora
  49. Apasionada
  50. Viva

jueves, septiembre 19, 2019

CORAZÓN PORTÁTIL

Les comparto "mi parte" de este hermoso proyecto donde me invitaron a participar.

No sé si quede así porque ya luego le harán cambios en la puesta en escena. Pero esto fue lo que imaginé:



URGE. De Martín Urieta Solano.
Canta: Lila Downs

Con mi dolor
causando penas voy vagando por ahí
no hay ni una frase de cariño para mí
todos me miran con desprecio y con rencor

Mi corazón
está cansado, muy cansado de sufrir
que muchas veces le he escuchado repetir
estas palabras que me llenan de dolor

Urge
una persona que me arrulle entre sus brazos
a quien contarle de mis triunfos y fracasos
que me consuele y que me quite de sufrir

Urge
que me despierten con un beso enamorado
que me devuelvan el amor que han negado
porque también tengo derecho de vivir

Urge
una persona que me arrulle entre sus brazos
a quien contarle de mis triunfos y fracasos
que me consuele y que me quite de sufrir

Urge
que me despierten con un beso enamorado
que me devuelvan el amor que han negado
porque también tengo derecho de vivir
URGE

MADAME CHIANG(CON EL CELULAR AL FRENTE, FRUSTRADA)
Me dejaste en visto. Vuelvo a checar la pantalla esperando que las dos flechitas azules se convirtieran un un mensaje de vuelta. Pero no estamos en horario laboral, y esta es una señal más que me recuerda mi lugar. 
Y prefiero cantarte porque cuando te tengo al frente me desarmo y en vez de rechazarte me enredo entre tus brazos. Ya no más. Y te lo digo con absoluta sinceridad, liberándome. Ya no más. Hace unos días me acerqué a tu casita feliz y entendí todo, tu mujer, hijos, perros, trabajo. La sede, el bunker, tu mundo real. Yo soy la sucursal, la franquicia, el oasis cuando tienes sed. Pero hoy tuve un día de mierda, esos días que solo necesitas un abrazo, una voz que me diga “tranquila todo va a estar bien” y no estás y no vas a estar jamás. (SIN DEJAR DE VER EL CELULAR, ANSIOSA MANÍACA) Lo que más me perturba es tu olor pegado a las sábanas que me despierta a medianoche y a tientas comienzo a buscarte como si abrazar una almohada supliera tu calor. El detergente que acondiciona las telas, promete quitar el olor y sustituirlo con un aroma delicado. Lo logra, pero sólo por pocos días hasta que vuelves aparecer en ésta parada que se llama mi cama y vuelves a impregnarlo todo de semen, volcán y sudor. Y no puedo culparte, porque haces que brote cascadas de maravilla, y mojo, mojo una y otra vez, las candentes sábanas de nuestro cuadrilátero horizontal. Intento matar tu recuerdo a punta de lavadora y resistencia. Ya no más. (DEJA EL CELULAR A UN LADO) No quiero más llamadas, ni visitas fugaces, ni mensajes que dicen “cómo estás” pero que significan “vamos a coger”, nada, no quiero nada. Estoy sola y así quiero estar el tiempo que tenga que estar. Nadie merece sentirse tan rechazado como yo me siento ahora. Tanto que ni siquiera te puedo llamar porque lógicamente no me contestarías. Al menos no me contestarías hoy, que es cuando te necesito. Lo harás mañana con la seguridad que te recibiré a besos en mi casa. Porque así son nuestros encuentros una cruel montaña rusa llena de bruscas vueltas. Ese juego duele mucho y no lo quiero jugar más. Ya no más. No puedo convertirme en pedacitos para que tu quedes entero. Eres la acción que compré en un club llamado Infierno. Tentación y piel son nuestra combinación letal. Quiero morir por tres segundos, arqueando la cabeza hacia atrás, poniendo los ojos en blanco, cerrando el puño y abriendo mi mente. Olvidarte para siempre. ¡Urge!

MI SOLEDAD Y YO. De Indalecio Ramírez. 
Canta Chanta Viema

Mi soledad y yo, nos comprendemos bien
a mí se acostumbró, a ella yo también
Mi soledad me ve con su mirada gris
el llanto donde esté, que seas feliz.

Porque yo con la ausencia de su amor
no tengo la fortuna de reír
conozco nada más el rostro del dolor
Sin alegria me encuentro desde que te vi partir.

Mi soledad y yo sabe que únicamente hablo de ti
Porque si no eres tú, el tema a conversar
Nada que de importancia en esta vida para mí.

Mi soledad y yo queremos verte aquí
donde su amor dejó la espera que hay en mí
Mi soledad se irá cuando te vea llegar
porque no aguantará verme llorar

Porque yo con la ausencia de su amor
no tengo la fortuna de reír
conozco nada más el rostro del dolor
Sin alegria me encuentro desde que te vi partir.

Mi soledad que me oye platicar 
sabe que unicamente hablo de ti
porque si no eres tú el tema a conversar
nada tiene importancia en esta vida para mí.

Porque si no eres tú el tema a conversar
nada tiene importancia en esta vida para mí.
¿Y dónde está el Señor?

MADAME CHIANG
¿Acaso se puede caer más bajo al pensar que nadatiene importancia en esta vida si no tenemos a un hombre al lado? (IRÓNICA) Un hombre que nos represente, que nos tome de la mano… como si fueramos venaditos recién nacidos de patas flacas y quebradizas, un hombre que nos de la mamila de seguridad para que nos quedemos tranquilas. Según esta pinche sociedad, así es. Puede que tú, que estás sentada ahí en tus veinte años digas, no… “eso jamas me pasará a mí, porque yo soy una mujer segura, completa, un hombre no es mi carburador, no necesito refacciones para andar, no soy una máquina, soy una mujer”. O tú, a tus treinta pensarás “no, ya superé la dependencia social, soy una mujer con hijos motivada a seguir por ellos y para ellos”. O tú, a tus cuarenta, a tus cincuenta te levantarás un día y dirás: ¿Dónde chingados están los hijos? Y creerás que vas a respirar profundo mirándote al espejo feliz con tu soledad. Pero no.  Qué pasa cuando la sociedad te presiona con la dichosa pregunta: ¿Y dónde está el señor? No es “El señor de los cielos”, ese sigue donde lo dicte el Papa o las visiones de las viejas beatas… Ni el de Sinaloa, no. Se trata del señor que se supone debe estar a tu lado. Como el Jesucristo de las monjas que nadie lo ve, pero que existe para ellas y para todos los que las rodean. Usan una alianza en su dedo, se ven respetables… Hasta ellas que se casan solas, haciendo ese ritual extraño de vestirse de novias y besar el suelo para unirse a él… pues hasta a ellas, a esas locas y a las chinas que deciden casarse con árboles, las respetan más que a mí el día que decidí seguir sin él. Y lo supe el día que fui a rentar un departamento con más de una recámara. En una iba a dormir, en la otra a poner mi estudio y la otra para mis amigos cuando quisieran dormir la peda, estaba plena, fantástica, ganaba buen dinero y lo tenía todo para mostrarme al mundo como la mujer independiente que soy, pero ese día la pregunta de la dueña, (nótese que era mujer) me golpeó más fuerte que una cachetada… (LA IMITA ENGOLANDO LA VOZ) “Oiga... ¿Y dónde está el señor?” (EXHALA HARTA) Se refería a si no tenía marido, se referia al por qué una mujer sola necesitaba un depa grande, se refería a que quién me iba a mantener económicamente… y a pesar de mi respuesta: “No hay señor” y estrellarle en la cara mi último estado de cuenta del banco con varios ceros, mi contrato con una empresa, y mi cara de señora seria, nada… me dijo que no podía haber trato sin una figura que se llama el “Obligado Solidario” sí… les juro que esa figura existe, y no, no es un fiador, es un hombre que me representara y firmara giros responsabilizándose por mí. Mandé todo a la mierda y si, perdí mi departamento bonito, pero gané un poco de dignidad.

JUGLAR. / JOGLAR de Filo Machado, Djavan y Zè Neto.
Canta Soledad Bravo. 

Cuando me fui de mi casa
Comenzó mi desafío
mi pensamiento volaba
porque sentí que el mundo era mío

Mi pensamiento rodó
porque en el amor se enredó mi corazón
y ya no sé quien soy
pero p'alante voy con mi canción

Mamá me dijo "no aceptes
nunca malas compañías;
a dormir, toma tu leche,
después reza tres ave marías"

Mi pensamiento rodó
porque en el amor se enredó mi corazón
y ya no sé qué hacer
pero p'alante voy
con mi canción

Un día yo seré cantor
hace un año que te dije jugando
de tanto pensar en mi amor
ahora estoy aquí casi llorando

Cuando me fui de mi casa
Comenzó mi desafío
mi pensamiento volaba
porque sentí que el mundo era mio

Mi pensamiento rodó
porque en el amor se enredó mi corazón
y ya no sé quien soy
pero p'alante voy con mi canción

Me convertí en un Juglar, esa persona que iba divirtiendo a otros entre tragos y canciones. En un personaje que creé para esconder la realidad, todos me veían feliz y sin pareja. Mis amigas se preguntaban cómo lo había logrado. Mi corazón se fue cerrando, probé con mujeres, con trago y estupefacientes, quería hacer contacto con un ser humano, con un latido que vibrara con mi ritmo, pero hoy la gente no se ve a los ojos, todos estamos sumergidos en nuestro mundo virtual, probé secretamente con aplicaciones para buscar pareja, tinder, match, di muchos likes, hice muchos swipes, me reí, me estrellé. Calmé mis ansias con chorros de trabajo, me entregué al placer de mis dedos complacientes, le puse nombre a mi bonito vibrador rosa, un nombre neutro para no identificarlo con ninguno de mis amantes, se llama “Diamante”, era una roca como mi orgullo, de tanto pulirlo le saqué brillo y unos maravillosos orgasmos que me complacen bien. Dejé de lado todas esas historias románticas del príncipe azul que tanto daño le hicieron a mi psiquis y que eran el arma perfecta para que cualquiera viniera a manipularme. Me descubrí. Y decidí ser la mujer que soy, esa misma mujer feminista que marcha y se une a otras para rayar el símbolo fálico más grande que tenemos: el ángel de la independencia, esa mujer que hizo las reglas y las rompió, esa mujer que se sinceró un día y decidió volver a amar, despacito, sin miedo. Descubrí que el amor es como un temblor, que por más alertas sísmicas, nadie puede saber los efectos que tendrá, ni las consecuencias, que llega en momentos inesperados, que sacude, marea y en algunos casos destruye. Pero después siempre viene la calma, aunque deje algunas lágrimas y pedazos rotos. Descubrí que ya conozco donde encajan todas las piezas de mi fuerza y que sola, sin niñitos, ni calzones que lavar, ni comida que dejar en el horno, ni mandil, ni ansias por el mensaje no visto, puedo armar mi rompecabezas y seguir. Sin ti, o contigo, pero feliz.  


YUTZIL MARTÍNEZ
2019.





LOS MIL EUROS


        Tenía ganas de hacer pipí, pero tenía miedo. Estábamos a más de treinta y cinco mil pies de altura, ya habían pasado varias horas del vuelo en Alitalia desde Milán a Caracas. Y yo no me atrevía a meterme en el minúsculo baño del avión. Me sentía mal desde la mañana, me dolía la cabeza y estaba de mal humor, y no, no era por el stress del viaje, y no, no soy claustrofóbica. Era que ya sabía lo que venía. Y no quería.  Era el 2 de Enero de 2010 y si alguien contaba los días desde hace quince días, era yo. Cada día era una espera infinita.

        Entré al baño y con las manos temblorosas me abrí el cierre y me bajé el pantalón. Pero antes me miré en el espejo: “ya sabes lo que está pasando, atrévete, no es la primera vez que te pasa”, me dije tratando de encontrar valor ante algo tan natural y tan odiado por mí en ese momento. Me bajé las panties y ahí estaba la oscura mancha, la roja mancha que me recordaba como tantas veces anteriores: “no sirves, esta vez, tampoco vas a ser madre”. Oriné infinito, sentía que de todos lados de mi cuerpo salía líquido, las lágrimas empezaron a brotar a la par de mis fluidos. Y me enojé con Dios, con la vida.

        ¿Les dije que contaba los días, no? Pues vámonos quince días antes.  

        Ahí estaba yo, de piernas abiertas, cerrando los ojos y olvidando que varias personas estaban mirando en primer plano mi vagina. Rezando, sí rezando. A la Morenita, a la Virgen de Coromoto, a Dios y todos los Santos milagrosos posibles. Estaba en un quirófano, me estaban implantando un óvulo fecundado: “Hermoso, se dividió perfecto, tiene tres días, es tu bebé” dijo el Doctor Luis Sánchez deCaracas Fertility Center.Él estaba completamente seguro de que esta vez iba a funcionar, yo no tenía ningún impedimento, ni mi esposo tampoco. Habíamos descartado todo, hasta me habían operado de un Mioma para limpiar mi útero de todo elemento extraño. Y superé todo, una hermosa cicatriz me quedó en mi lado izquierdo del abdomen para recordarme siempre todo este proceso. 

        Decidimos pasar navidades con mis suegros, ellos viven en Castiglione Di Sicilia, un pueblo al Sur del Sur, un pueblo de ruinas y un enorme castillo de piedra, ancianos y niños. Un pueblo con mucha historia. Pero la historia de la que toda la familia hablaba era la mía. Me había tenido que llevar parches de estrógeno y las inyecciones de progesterona que me tenía que poner a diario y que mi suegra, Graciela me aplicaba con una mano gentil, para “il Bambino”. Todos, incluyéndome, estábamos esperanzados, me cuidaban con una princesa, me alimentaban por dos.
        
Un día mi suegro Antonino le dio a Pepe, mi esposo, un regalo que venía desde hace muchos años. Su abuela había dejado cien Euros en el banco para cada nieto, y eso se había convertido, con el paso de los años, en mil Euros. Era el momento indicado, pronto sería padre y los iba a necesitar. Fue un momento lindo. La maravillosa unión familiar. 

        Ya me había tocado en mi historia personal ser el pegamento de mi familia, la historia se volvía repetir con mi familia política, ahora todo dependía de mi útero. Ahora todo dependía de mí. Mi cuñada,Maríaera súper fértil, ya iba por dos hermosas niñas y me daba sabios consejos para mi futura maternidad. Porque embarazada ya estaba, ¿no?. Al menos así nos sentíamos todos. Expectantes.  Celebramos las fiestas incluyendo al futuro miembro de la familia. 


        Nos despedimos en el Aeropuerto de Catania, nos esperaba una escala en Milány la llegada a la convulsa Caracas que nos resistíamos a abandonar. 

Antes de viajar pasamos por los cajeros automáticos (ATM) para retirar los $400 dólares que nos correspondía a cada uno por nuestro cupo de viajero. La ley de cambio en Venezuela para esa época era estricta, controlaban todos tus movimientos en el exterior, nos sentíamos observados, jamás nos imaginamos que en un futuro, ni siquiera eso podríamos hacer. La ley permitía sacar 400 cada mes. Entre los dos teníamos los $800 del mes de Diciembre de 2009 y nos tocaba el otro tanto del mes de Enero. Llevábamos billetes para abanicarnos: $1.600 dólares y los 1.000 Euros de la Abuela. Parecía que esa historia de que los niños vienen con un pan bajo el brazo, era cierta… en este caso nuestro bebé venía con un Pannini con Prosciutto y Mozzarela. Era el 02 de enero del 2010. Regresemos al avión.

Salí del baño intentando ocultar mi decepción, mi vergüenza, las hormonas alteraban mi capacidad de pensar claramente, era una bomba de sentimientos a punto de estallar. Y me senté junto a él, le dije: “lo siento”. Pepe que ya sabía lo que ocurría me abrazó, no era la primera vez que nos sucedía, no era la primera vez que perdíamos miles de dólares en el intento. Pero con voz calma me dijo: “Yo creo que mi abuelita nos dejó este dinero para que lo sigamos intentando otra vez, no te preocupes, seguiremos”. Y esto me calmó un poco. Cada día intento ser más espiritual y decidí calmarme, pensar que la vida nos preparaba una sorpresa grande. Y vaya que nos la preparaba.

Al llegar al Aeropuerto de Maiquetía, en Caracas, Venezuela nos recibió no sólo la oleada de calor seco propia de la costa, sino el caos. Llegaban miles de pasajeros de sus viajes decembrinos, cientos de personas que como nosotros querían un taxi.

Y allí empezó nuestro error.

Nuestro equipaje venía protegido con un plástico verde, muy llamativo y varios stickers de Alitalia. Estábamos agotados, tristes. Sólo queríamos llegar a casa y abrazar a nuestra perrita: Chiringa, nuestra fiel compañera en los últimos años. Nos pusimos en la interminable fila que había que hacer para tomar un taxi. Al inicio de la fila un hombre con una carpeta en mano iba anotando a las personas y asignando los vehículos, teníamos más de veinte personas por delante. El calor hacía que sudáramos, nos quitamos los abrigos, veníamos del frío. Ahora estábamos agotados, tristes y sudados. Un hombre se nos acercó y nos ofreció taxi, nos pareció extraño, pero en un par de segundos tomó nuestras maletas, se dirigió al hombre de la carpeta, hablaron y nos dijo que él pertenecía a la misma Cooperativa de taxis, que lo siguiéramos.

Ahora estabamos agotados, tristes, sudados pero veíamos más cerca la casa, y a Chiringa, accedimos. Aunque tampoco teníamos opción, el hombre ya iba con nuestras maletas y las puso en el baúl de su coche. Lo único que recuerdo, es que era blanco

Entramos en la parte trasera, ibamos con nuestros Blackberrys que estaban muy cotizados y Pepe y yo decidimos quitarle el sonido para no despertar la tentación, estaban robando mucho estos teléfonos y ya los Venezolanos nos habíamos acostumbrado a guardar nuestros aparatos en los bolsillos, carteras, en el brasiere, donde fuera con tal de mantenerlos con nosotros.

Ya nos habían asaltado dos veces en Caracas. Sabíamos cuidarnos. Sabíamos vivir en esa ciudad, estar alertas. Caminar con la cartera pegada al pecho, apretándola con las dos manos, sabíamos llegar temprano a casa, y si rumbeabamos nos quedábamos hasta el amancer en casa de amigos. Sabíamos cuidarnos.

El chofer del taxi adelantó unos pocos metros y desaceleró, en un segundo otro hombre se subió al puesto de adelante y era un amigo de él que necesitaba llegar a Caracas, el aeropuerto queda a media hora de la ciudad, nos dijo que este era su último viaje, no nos pidió permiso, nos informó.

El pasajero no hablaba, sólo el chofer quien nos hacía mil preguntas, todas nuestras respuestas eran falsas. Sabíamos protegernos.

Nos preguntó dónde trabajábamos, le mentimos, le dijimos que éramos escritores de cuentos infantiles, jamás mencionábamos que trabajabamos en Radio Caracas Televisión, RCTV, el canal de televisión que el Gobierno cerró, no sabíamos dónde podía estar el enemigo. Si el chofer era adepto al Gobierno, o como mejor se les conoce: Chavista, y si nosotros decíamos la verdad, las cosas podían ponerse incómodas, o feas. Sabíamos cuidarnos.

Pero el chofer fue agarrando confianza, le dijimos que vivíamos en La Candelaria, en la Avenida Urdaneta, una zona popular, eso era cierto, le dijimos que nuestras maletas estaban llenas de abrigos porque sólo habíamos ido a visitar a mis suegros que vivían en un pueblo de dos tiendas y una sola calle, eso también era cierto. Él habló en contra del Gobierno, criticó al Presidente Hugo Chávez, habló de un cargamento de juguetes chinos que venían en un barco y que jamás llegó, que los niños pasaron navidades sin su regalo y que no era justo. Eso nos hizo sentir un poco más seguros, era de los nuestros. 

Fue de los nuestros hasta que llegamos a una bifurcación, un camino llevaba a Catia, una zona peligrosa que no conocíamos bien, y el otro seguía por la Autopista y que tenía una salida, Quinta Crespo, casi directo a nuestra casa. Parecía todo tan sencillo, pero una pistola nos apuntó de frente, el pasajero la estaba empuñando. El chofer nos dijo: “No hablen, no griten, no hagan nada, esto no es un secuestro, están colaborando con el régimen”. Y nos pidió los pasaportes. Todo se puso muy violento. Estábamos agotados, tristes y muy asustados.

Nos tomaron fotos, nos pidieron todo lo que teníamos, todo. Con los pasaportes hicieron un show. Tenían un radio y se comunicaban supuestamente con migración, su contacto les pasó nuestra dirección (después supimos que la vieron en nuestros pasaportes) nos amenazaron, nos tomaron fotos y nos dijeron que si los denunciábamos con la Policía iban a buscarnos y a matarnos. Sabían dónde vivíamos. Ahora ellos sabían todo, y nosotros nada.

Mi esposo les pedía que me dejaran y yo gritaba ¡Estoy embarazada! ¡No nos maten!. Yo creía que estaba embarazada hasta hace apenas unas horas, no podía perder al papá de mi bebé, no podía dejar que mataran a la criatura de tres días que vi en la foto y que aún llevaba en mi vientre. Fue algo desquiciado, violento, traumático. Y más cuando se llevaron nuestro dinero. El dinero de la abuelita, el dinero del Bambino del pasado, el dinero para el Bambino del futuro. Todo era una mierda y nuestra vida parecía que se iba a acabar ahí. Hasta que después de varias vueltas con la modalidad del “ruleteo”que acostumbraban hacer en los “Secuestros Express”nos dejaron en la Autopista que estaba cercana al Terminal de autobuses del Nuevo Circo, estaban plenos con todo ese dinero, no nos llevaron a cajeros automáticos o nos golpearon, no nos hicieron más nada. Nos amenazaron con otro show, supuestamente venía un francotirador detrás que nos iba a rematar si hacíamos algo, nos pidieron que los despidiéramos como si fueran nuestros amigos, que estrecháramos sus manos y nos regresaron el equipaje y las laptops para que siguiéramos escribiendo cuentos para los niños que no recibieron los juguetes de los chinos. Y nos dieron algo de dinero para otro taxi.

Aterrados tuvimos que tomar otro taxi, y allí Pepe me dijo: “llegas a casa, tomas a la Chiringa y nos regresamos al aeropuerto. Te voy a sacar del país, y luego te alcanzo”.

Ese día decidimos irnos de Venezuela. No fue inmediato, tuvimos que pasar algunos meses superando el trauma, haciendo planes, sellando cajas. 

El 23 de Enero del 2010 cerraron definitivamente la señal de RCTV. Nos quedamos sin trabajo, sin futuro, sin país. El 10 de Mayo del 2010me fui yo primero a Ciudad deMéxico, Pepe me alcanzó después con La Chiringa en brazos, para nunca más regresar

Y hoy en día sabemos que fue la abuelita la que nos salvó, porque sin sus mil Euros, a lo mejor, no estaríamos vivos… ni hubiera decidido en el 2011contactar al Licenciado Ricardo Gallego Félix deInternational Child Foundation Adoptionpara empezar el viaje más bonito de mi vida, con muchos más vuelos, más equipaje y más sonrisas. 

Sin esos mil euros, no hubiera llegado a julio del 2012 hasta Sonora en Nogales, MéxicoRefugios de Dios para Niños, I.A.P.donde estaban esperandome mis hijos, a los que la cigüeña por error había dejado allí. La abuela me salvó, y ellos, mis hijos, me salvaron a mí. 


Yutzil Martínez 
Agosto 2019.






viernes, agosto 30, 2019

Yutzil 1970

La celebración no era por lo sana, ni siquiera porque era una niña. 
Celebraron con champán que nació güerita, de ojos verdes, blanca, blanquísima! 
No se parecía a ella y eso era un regalo. 
El mejor regalo de navidad para una familia rota por los prejuicios. 
El hijo varón, blanco y consentido se había casado con la chica morena, con la mejor amiga de su hermana, pobre, arrimada. La morena les venía bien a Los Martínez como una criada, pero no como esposa del hijo, no como la madre de una nieta que podía salir prieta como ella. 
Mi vida empezó con ese plot tan setentero… digno de “El derecho de nacer”.
Nadie identificaba que ella era mi madre, tenía apenas veinte años, una niña cargando una bebé. La veo en la foto y pienso que los que les aterraba a todos su era enorme belleza, porque vaya que era bella. Lo es. 
Y me abrazó siempre tan fuerte que me dio seguridad y la certeza que pertenecía a un mundo en donde todo empezaba con ella, todo terminaba en ella. 
Era su muñeca, su regalo que caminaba desde los nueve meses, hablaba desde los diez, mi madre esperaba atenta mi primera palabra y después no hallaba como callarme, así ha sido hasta el día de hoy. 
¿Con qué palabras jugaría si en este momento empezara a hablar? ¿Cuál sería mi elección? ¿Si ella me enseñara a hablar, qué me enseñaría? 
Estoy segura que sería “Papá”. 
Porque si algo hizo mi madre desde que lo vio fue adorarlo, idolatrarlo, seguirlo, acompañarlo en todas sus aventuras, su errores, su inmadurez, lo ama tanto que ese amor me lo tranfirió desde la teta. No lo dudo, fue mi primera palabra. 
En mi casa no había ojos para nadie más. Es él quien está tomando la foto, es él el que le pidió a ella que mirara hacia un lado, coqueta. 
Siempre nos dirigió la pose, la mirada, la vida. 
Y yo veo a cámara a punto de estallar una sonrisa, porque para mí era un día más en el que le regalaba mis carcajadas, me importaban un rábano los regalos que me esperaban en el árbol, no tenía idea de lo que era navidad.
Lo único que sabía era que yo era su regalo. 
Me puso un nombre complicado, dificil de pronunciar, azteca, maya, nahuatl, indígena, me trajo sus raices mexicanas y me presentó al mundo con un gran significado: 
Yutzil = “Lo Mejor”
No es fácil cargar ese peso, ser la mejor para él, para ella, para una familia que se mantenía unida gracias al milagro de mi piel, de mi cabello, de mis ojos milagrosos que nadie tenía. Era el pegamento, la niña más bonita del mundo, que iba a ser Miss Venezuela, una actriz reconocida, tan chula la niña que no se parecía a ella. 
Humillar fue por mucho tiempo el deporte familiar. 
No fue fácil luchar cincuenta años con el estigma de ser “lo mejor”, el regalo, la bonita que se echó a perder, la navidad que finalmente todos celebraron. 
Hoy el fotógrafo está en un hospital, se está apagando poco a poco y ella lo cuida con el mismo amor con el que me enseñó mi primera palabra.
Se va a morir y con él se irá un pedazo de mí, pero quedará su orgullo, quedará “lo mejor”, lo mejor de mí. 


Agosto 2019