jueves, agosto 04, 2011

VIVIR CON MIEDO


La gran mayoría de nosotros gozó su juventud. Fuimos a fiestas a las que no estábamos invitados, nos escapamos a lugares que no debíamos, alguna vez nos pasamos de tragos, otras veces estábamos en un lugar y de la nada salíamos a otro para seguir “rumbeando”. Eso es ser joven, eso lleva también castigos, aprendizajes, despechos, inseguridades y todas esas cosas que aturden en la adolescencia y que quieres pasar lo más rápido posible después en la adultez las añoras con reencuentros de Facebook.


Así se vivía cuando yo era joven, en una bella ciudad que se llama Caracas. Teníamos miedo al futuro, pero jamás al presente que disfrutábamos al máximo.



Pero ahora, nada de eso es posible. Y sí, aunque sea molesto y hasta repulsivo hablar de política, la realidad es más fuerte que la decencia. Ahora, nuestros jóvenes viven con miedo, y el que no: lo matan.


Porque no se puede culpar a un muchacho de estar en el lugar o en el momento equivocado. No se le puede decir a un joven que esconda su teléfono, ya no hay santos a los cuales una madre se encomiende, no se le puede pedir a los chicos que no se besen en el carro cuando se despiden después de una cita, no se les puede negar a que compartan en un mirador o en la parte de abajo del edificio. El ímpetu juvenil no se detiene. Pero ahora, son ellos mismos los que se recluyen, ellos que ven como de una caen en manos del hampa y cada vez su grupo se reduce, ellos que en vez de felicitaciones ahora aprenden a dar pésames a tan temprana edad.


¿Cómo podemos advertirles, qué seguridad podemos darle a nuestros muchachos?. Es nuestro deber o el de un Gobierno que no controla el hambre, un hambre que lleva a la droga, y la droga que lleva a la locura de bandas que se matan entre sí, de sicarios que cada día son más jóvenes, de delincuentes que no tienen familia que los críe porque sus padres también se los llevó la desidia y cada quien vive “en lo suyo”, resolviendo, sobreviviendo.


Esta es una reflexión muy particular y triste que me viene después de saber que ayer mataron sin compasión al sobrino de mis queridos tíos, a un chico que me venía a visitar en Diciembre y que quería conocer mundo: Moisés. Un muchacho que ahora suma la lista de los muertos semanales y deja a una mamá destruida y a una familia sumida en el dolor.


Ninguna muerte es justa, ningún joven debe vivir con miedo.